lunes, 4 de mayo de 2015

Reflexiones Bíblicas

Monseñor José Luis Azuaje Ayala 
Obispo de Barinas
1er Vicepresidente de la CEV

V Domingo de Pascua 
Domingo 03-05-2015


Al iniciar esta reflexión es buen comenzar diciendo que nadie diga que se siente tranquilo porque tiene fe en Dios, porque se comunica con él cuando siente cualquier necesidad y con eso se cree satisfecho. Eso sucede porque entiende el ser cristiano como una decisión personal y la fe como una relación individual con Dios. 

La palabra de Jesús corrige todas estas desviaciones y nos presenta la fe en Cristo como una adhesión a un cuerpo, pertenencia a una comunidad a una comunidad que se unen en todos sus miembros a Cristo como condición indispensable para tener vida "Yo soy la vid y vosotros soy los sarmientos, el que permanece en mi y yo en él, éste da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada".

Se trata de una parábola que usa la imagen de la "vid" o la mata de uvas, imagen que era muy bien conocida  por los judíos pues los profetas la usaron para representar al pueblo elegido de Dios. Así el profeta Oseas (9,10), refiriéndose al pueblo, dice "Como uvas en el desierto encontré a Israel". Tanto la vid (que da agrazones en lugar de uvas) como la higuera (que solo dió hojas, sin frutos) son presentados como figura del pueblo judío y de sus gobernantes, que fueron desleales a Dios.

Debe quedar claro que no fue voluntad de Dios salvar a  los hombres aisladamente sino como pueblo, de ta modo que es solo mediante la unión a ese cuerpo como puede conseguirse la salvación. Fue voluntad de Cristo fundar una Iglesia cuyo primer nombre, en la primera Iglesia de Jerusalén, fue el de "Comunidad". Comúnmente se habla de comunidad de los discípulos y se hace constante referencia a la unidad entre todos los miembros de la comunidad. "Todos tenían un solo corazón  y un solo sentir". El amor mutuo entre todos como respuesta al mandato de Cristo es la principal fuerza impulsora del evangelio. Eso corresponde a la recomendación  de 1  Juan 3:18-24 "Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mando".

Otra exigencia que encontramos en esta parábola de Jesús es la de la eficiencia, o en otras palabras la necesidad de dar fruto y esa capacidad de dar fruto nos proviene sólo de nuestra unión con Cristo, quien afirma: "sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiraran fuera, como el sarmiento y se seca; luego los recoge y es echado al fuego, y arden". Los apóstoles conocían el caso de la higuera estéril que sólo producía hojas y no frutos y recibió una maldición de Jesús y se secó; los apóstoles se esmeraron en dar frutos conforme al mandato de cristo y por sus predicación y su testimonio como lo afirma el libros de los Hechos "La iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria; se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo" (Hech 9: 26-31).

El amor crea la unión fraterna y de esta nace la solidaridad entre todos los miembros de la comunidad cristiana, esa comunión y solidaridad era la fuente de la vitalidad evangelizadora de la comunidad y es la razón del impacto que ejercía en todos los que entraban en comunicación con los cristianos.

Ese es el misterio oculto, el mensaje que encontramos en la parábola de la "vid y los sarmientos" y que los primeros cristianos aprendieron y vivieron como testimonio de una nueva sociedad o de una nueva manera de vivir; hay una clara consciencia de la misión de la comunidad; una comunidad abierta y misionera y no un grupo cerrado, sino una familia en expansión donde cada quien tiene una misión que cumplir y consciente que si permanece "unidad a la vid dará muchos frutos" porque el "sarmiento no tiene vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por si solo".                           

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