martes, 22 de septiembre de 2015

Catequesis Parroquial

La catequesis ha sido siempre considerada por la Iglesia como una de sus tareas primordiales, ya que Cristo resucitado, antes de volver al Padre, dio a los Apóstoles esta última consigna: hacer discípulos a todas las gentes enseñándoles a observar todo lo que Él había mandado. El les confiaba de este modo la misión y el poder de anunciar a Los hombres lo que ellos mismos habían oído, visto con sus ojos, contemplado y palpado con sus manos, acerca del Verbo de vida.” (Catechesi tradendae, Exhortación de Juan Pablo II sobre la catequesis 16 de octubre 1979, Nº 1).


Se dice con frecuencia que los padres de familia son los primeros y principales educadores de la fe de sus hijos. Ellos han de encargarse de guiar los primeros pasos, en el proceso de fe de esos niños, quienes empiezan por descubrir la realidad que les rodea. Luego los padres que cumplen con su deber enseñan a sus niños a conversar con Dios, a darle gracias por el don de la vida, la salud, el hecho de tener una familia, etc. Les enseñan a pedir perdón por los errores que cometemos y a pedirle las gracias que necesitamos para caminar por el camino del bien.

Pero cuando los niños han adquirido uso de razón, los padres deben inscribir a sus hijos en la catequesis parroquial. La Catequesis Parroquial, tiene la misión de prolongar la “catequesis familiar” no de sustituirla, aunque muchas veces es la única que reciben los niños (as). Sin embargo, hay personas que no tienen muy claro el panorama sobre lo que significa la catequesis parroquial: ha de ser comprendida como un PROCESO. Esto quiere decir que no preparamos para los sacramentos, sino que los niños (as), adolescentes son iniciados a la VIDA CRISTIANA y esto supone una forma de pensar, un credo que confesar, un modo de relacionarnos con Dios a través de la oración, un estilo de vida diferente. Además, este proceso comprende los Itinerarios en Iniciación Cristiana: 


“En la catequesis hay un primer tiempo para escuchar, que hace posible a los cristianos entrar en diálogo con la Iglesia que transmite la palabra de Dios. Segundo tiempo, para transmitir. El acto de la catequesis consiste propiamente en transmitir la palabra de Dios, lo que no equivale a transmitir una mera enseñanza. Aquí es precisamente donde el hombre empieza a dialogar con Dios a través de la búsqueda del sentido profundo de su existir. El catequizado y el catequista juntos van descubriendo el misterio de salvación que está en el corazón mismo de la existencia humana y que se ha manifestado en el acontecimiento de la encarnación y de pascua de Jesucristo”. 


Pero es necesario que reflexionemos en la importancia que tiene este proceso de enseñanza-aprendizaje. No es suficiente que los padres inscriban a los niños en la parroquia para recibir la formación cristiana para hacer los sacramentos de la Reconciliación y Eucaristía, después desaparecer hasta la catequesis de Confirmación, o ya para siempre. Los niños a quienes lo padres les permiten o les imponen esto, necesariamente tendrán una formación cristiana del todo deficiente. Es imprescindible recorrer todo el proceso, para que puedan recibir una síntesis de la fe cristiana y una visión de conjunto de la misma. ¿Puede afirmarse que los padres que permiten la ruptura del proceso catequético, o lo rompen ellos, cumplen con su deber de educador de la fe de sus hijos? Con el máximo respeto hay que decir que no.


Es conveniente que también ellos se integren a este proceso formativo; que se preocupen por aprender junto a sus hijos lo que los catequistas les van compartiendo. Es indispensable que también los padres de familia participen en la catequesis familiar, que asistan a las reuniones de padres de familia, y lo que es más importante, ayuden a sus hijos en el cumplimiento de las tareas, deberes y trabajos. Muchas de estas tareas son compartidas y se prestan para realizar un trabajo complementario entre padres e hijos.


Por otro lado, también es importante que los catequistas estén convenientemente preparados, tengan continuidad y perseverancia, y participen en convivencias, encuentros, talleres, etc. No han de conformarse con ceñirse a lo que trae el texto de catequesis, sino que convendría que prepararan temas complementarios, que son de mucha utilidad para los niños y adolescentes, cuyos valores les servirán para toda la vida. No viene mal recordar que la formación que se recibe en la niñez y en la adolescencia constituye la base del aprendizaje de una persona. Puede afirmarse que la catequesis parroquial es uno de los espacios más fundamentales dentro de la tarea de evangelización que realiza la Iglesia.


Los catequistas y sacerdotes han de tener siempre presente que El Gran Catequista que actúa, por medio de ellos, es el Espíritu Santo, al que hay que saber oír en la oración, y obedecer con la fuerza de los sacramentos.

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