El evangelista nos narra y describe la ubicación de Jesús, lo cual nos ayuda a imaginarnos a Jesús a orillas del lago Genesaret. Allí se construye el escenario donde observamos la presencia de un amplio grupo de oyentes de Jesús. Y quienes eran humildes pescadores, esto orienta nuestra atención hacia lo que va a venir: no sólo hay que ser “oyentes de la Palabra” (es el caso de la multitud) sino también “saber responder al llamado de Dios”, aunado a la firmeza de la fe de Simón la cual nos ayudará a ser perseverantes y constantes en Dios.
Por muy difícil e imposibles que veamos las cosas, solo Dios podrá hacerlas posible, siempre y cuando tengamos en nuestras vidas dos aspectos fundamentales que son la Fe y Constancia. ¿Difícil? Sí, pero no imposible.
Debemos aprender a llevar nuestra barca a mar a dentro y nadar a contracorriente con fe y constancia sin ver las adversidades sino colocando nuestra mirada en Dios, porque él te usara para que realices la gran pesca milagrosa la cual radica en anunciar el evangelio (redes); para sacar de entres las redes los peces (hermanos), esta es la pesca que Dios quiere que todos realicemos, y que todos estamos llamados a hacer, a pesar de nuestras limitaciones Dios es quien actúa a través de nosotros y movidos por su Espíritu dejamos a un lado los miedos de las tormentas, las tempestades, los fuertes vientos y mareas porque Jesús es quien dirige nuestra barca y nada ni nadie podrá destruir nuestra barca, porque ya para cuando regresemos del mar traeremos a casa la pesca milagrosa y salvadora de vidas, la cual es acercar a nuestros hermanos al Reino de Dios; claro no todas las personas están dispuestas a escuchar y, menos, a seguirle, allí entra en acción la oración, la fe y la perseverancia.
El buen seguidor de Jesús no debe esperar un milagro sino que en su día a día debe tener esperanza, fe, constancia y hacer suya esta frase esencial: «Rendirme, Jamás» porque sé que Dios me acompaña y su Espíritu me alienta.
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